miércoles, mayo 20, 2009

Inicios del liberalismo en Colombia: formulación perfecta vs. implementación utópica

INICIOS DEL LIBERALISMO EN COLOMIBA: Formulación Perfecta Vs. Implementación Utópica
Por ZAIRA PEÑA LOZANO
OBJETO Determinar por qué unas ideas tan imponentes como las liberales que tuvieron tanta resonancia en la vida nacional no pudieron manifestarse en un desarrollo sostenible y perdieron respaldo durante el proceso de Regeneración, dado su evidente fracaso; contrastando con el triunfo de éstas en Europa Occidental y Estados Unidos. HIPÓTESIS El partido liberal en su afán de ganar espacio de participación y evitar que Colombia cayera en un régimen autoritario propuso entre otras cosas la conversión a un Estado Laico, el Libre Comercio y la Participación Democrática, acompañada ésta de una separación de poderes que garantizará justicia y equidad; sin embargo fracasó en su noble causa porque las condiciones de desarrollo no eran favorables para el país. La oposición del Partido Conservador apoyado por la Iglesia lograron minar a los liberales a tal punto que les obstaculizaron sus proyectos y programas de gobierno, empezando así una guerra partidista que luego se transformaría en la guerra de los mil días, que terminaría por destruir toda esperanza futura y consumir a Colombia en el subdesarrollo. SUMARIO Gerardo Molina plantea en su obra la forma en la que se configuró el Partido Liberal Colombiano en el periodo comprendido entre 1849 y 1914; con base en estas ideas, y con el apoyo de otras fuentes históricas se pretende demostrar que más allá de la oposición Conservadora y de la Iglesia, los liberales fracasaron en su intento de construir una nación capitalista de primera línea, dado que no tenían infraestructura y no había recursos para industrializar al país; enfrentando una crisis que no pudieron resolver en función de la asimetría entre lo propuesto y la realidad de un país que circunscribía sus esperanzas en un desarrollo agrícola que no podía ser competitivo ni progresista. RESUMEN DEL LIBRO Molina expone la forma en la que los liberales se apartan de un poder centralista que quiere ejercerse a la sombra de la figura de Bolívar u otros caudillos, mientras que muestra el desarrollo histórico de la configuración de un Estado Liberal que se enfrenta a un sinnúmero de problemas, a tal punto que casi desaparece en 1778. PRÓLOGO Adicional a la obra de Molina que se desarrolla de manera cronológica y descriptiva de la realidad del país en unos momentos en que se agitaban tantas tensiones, se hace necesario ver de manera más profunda lo que representó La Regeneración en Colombia, las causas de la Guerra de los 1000 días, su desarrollo y sus consecuencias, para tener una idea más general de lo que pasó en el país, y por qué éste no tuvo un desarrollo capitalista como el que experimentó Estados Unidos. En este propósito, se hace necesario revisar la Historia Económica Colombiana de Germán Colmenares, el texto electrónico de la revista Civilizar de la Universidad Sergio Arboleda titulado La Regeneración, Constitución de 1886 y el Papel de la Iglesia Católica, además de las fuentes pertinentes al desarrollo histórico de la Guerra de los Mil Días o el Desarrollo del Banco de la República, a fin de contextualizar de manera integral la realidad que vivió el país en esa época. Lo anterior se hace absolutamente necesario, en virtud de que el desarrollo de Molina se restringe a la dificultosa tarea de realizar una crónica del devenir político y social de un país dividido en el periodo comprendido entre 1849 y 1914, en donde el Partido Liberal tuvo un comportamiento decadente en el tiempo, porque no pudo resolver políticamente los desafíos que le imponía la realidad. DESARROLLO DE LAS IDEAS LIBERALES A lo largo de este ensayo se verá una descripción cronológica de la forma en la que se desarrolló el liberalismo y se contrastará con algunos elementos fundamentales del desarrollo en infraestructura e instituciones que tenía el país para la época, a fin de demostrar que eran imposible llegar a ser un país industrializado siguiendo el modelo inglés que proponían los Gólgotas (liberales radicales), puesto que no se partía de un mismo punto de desarrollo, sino que tocaba empezar de cero, en virtud de que además Molina coincide con otros autores en señalar las dificultades que atravesaba Colombia, en medio de una polarización socio-política que dividía la república irremediablemente. Una vez que se dio la independencia de Colombia, el Libertador Simón Bolívar asumió el poder como figura más representativa, además de ser algo natural dada su excelentísima educación y el respeto de unas tropas que aún eran indispensables para evitar cualquier retaliación española; sin embargo, “en carta fechada el 21 de Septiembre de 1829, en la que el general José María Córdoba anuncia su apelación a las armas. Allí dice aquel caudillo magnético: ‘Cuando los hechos que acabo de referir a vuestra Excelencia y otros muchos cuya relación me haría casi interminable, me han convencido de que Vuestra Excelencia, abandonando sus primera ideas pensaba en dominar la patria, recibí del General Carmona la noticia de que los restos del ejército del Sur, de donde el venía, y la mayor parte de los representantes de aquellas provincias estaban abiertamente resueltos a que Vuestra Excelencia ciñese la corona como el único medio de conciliar el buen orden y la estabilidad de la república.’” (Molina 1987, 14) En su narración, prosigue Molina describiendo la carta del General Córdoba, que entre otras cosas agrega “(…) Todos hemos jurado sostener la libertad de la República bajo un gobierno popular, representativo, alternativo y electivo, cuyos magistrados deben ser todos responsables; y sin renunciar al honor no podemos prestar nuestra aquiescencia a la continuación de un gobierno absoluto, ni al establecimiento de una monarquía, sea cual fuere el nombre del monarca.” (Molina 1987, 14-15) Sobre estas tesis y otras expresadas por Murillo Toro, el General Rafael Urdaneta y otros caudillos, el partido liberal se empieza a configurar como una nueva fuerza política en el país que persigue separarse del autoritarismo que se vivió en la época de a colonia, lo cual se hace evidente en los acalorados apartes de los discursos que en los dos primeros capítulos presenta Molina; cuyos objetivos son muy específicos: “(…) quiere el partido liberal que se organice un gobierno en beneficio de los gobernados; quiere República, sistema verdaderamente representativo; congreso independiente, Poder Ejecutivo que no pueda hacer sino lo que la ley le permite, responsabilidad positiva y para ello tribunales independientes, buenas leyes, una política en el Poder Ejecutivo, eminentemente nacional y americana, justicia imparcial con todos, que en sus actos no tenga en cuenta otra consideración que el bien público, y quiere todo esto para que los que obedecen no sean esclavos de los que gobiernan: para que haya verdadera libertad; para podernos librar del gobierno teocrático; para que los granadinos realmente tengan aseguradas sus personas y sus propiedades (…)” (Molina 1987, 25) En este aparte, se resumen las pretensiones del Partido Liberal y su lucha, descrita a lo largo de la obra de Molina; en donde se puede ver claramente que no se quiere una intervención eclesiástica en los asuntos del poder (Estado Laico), en donde la propiedad privada es fundamental (capitalismo), en donde la participación es indispensable (democracia), en donde los poderes no pueden ser absolutos ni estar ligados (separación de poderes), además es este partido el primero en hablar de abolición de la esclavitud y de voto generalizado como más adelante lo expresa el autor. A la luz de estos ideales, tan revolucionarios para la época, el Partido Liberal se transforma en la voz del pueblo y quiere legitimar todas sus aspiraciones; sin embargo, los cambios que propone son diametralmente opuestos a las instituciones españolas y a la conformación social colonial, que aún tienen eco en la vida nacional de aquel entonces, materializadas en el Partido Conservador y la Iglesia Católica. No obstante a tanto entusiasmo, el partido liberal y el federalismo fueron entrando en decadencias y divisiones, a tal punto de que en Santander un camino de 11 leguas sólo avanzo la mitad del trayecto en 7 años, y en Cundinamarca en 6 años se pudieron construir no más de 8 leguas de caminos de ruedas, porque había un gobierno tan dividido que parecían 15 –dice Molina-. (Molina 1987, 125). De esta manera no podía otra cosa que constituirse una debacle anunciada, que terminó en la conformación de La Regeneración, que entre otras cosas, es una vuelta a los principios españoles de gobierno. “La Regeneración tomó como imagen este pacto, este “turno pacífico”, para implantar un sistema de gobierno formado por una coalición de ambos partidos. Alianza que surgió como consecuencia del fracaso del período federal, que duró en Colombia de 1858 a 1886. El federalismo se basó en un modelo de exportaciones de tres productos principales, que eran la quina, el tabaco y el añil. A mediados de los setentas se presentó una quiebra en el modelo de exportación. Situación que generó una gran crisis económica, que a su vez ocasionó un conflicto social.” (Universidad Sergio Arboleda 2005, 8). Este era el panorama que llevaba a los neogranadinos a una catástrofe que se veía venir, porque los liberales habían planteado un modelo de desarrollo casi perfecto, alineado con los parámetros de crecimiento de Europa y Estados Unidos, pero para cuya implementación no tuvieron en cuenta la lamentable situación de infraestructura y empleo que tenía el país; Ello se sustenta además porque: “Colombia era un país de una economía de subsistencia, carente de mercado interior y de medios de comunicación. Era más barato traer un bulto de mercancía a Medellín de Londres que de Bogotá o llevar harina a Medellín de Estados Unidos que de Boyacá. Los 600 kilómetros de ferrocarriles, incluyendo el de Panamá, casi todos en pésimo estado, miraban más hacia las costas que a la integración nacional. No existía industria, a pesar de que la revolución industrial en Europa cumplía un siglo y su desarrollo en Estados Unidos se desenvolvía a pasos agigantados desde la Guerra Civil. El país vivía de una producción artesanal con mercados locales y materias primas a la mano. No había sino una empresa que pudiera denominarse capitalista, Bavaria, que en 1892 empleaba 80 obreros y producía 6.000 litros diarios de cerveza. Con excepción de la zona de la colonización antioqueña hacia lo que hoy son el eje cafetero, Valle y Tolima. ” (Colmenares 1994, 71). En otras palabras, no existía la más mínima posibilidad de realizar los planteamientos formulados por el Partido Liberal Colombiano, dado que las condiciones de la economía nacional no se daban para poder ejecutar los planes de desarrollo que se llevaban en Europa o Estados Unidos; de hecho, las instituciones eran tan débiles que ni siquiera se tenía una unidad monetaria consolidada, y mucho menos una política económica definida: “Después de varios intentos, en junio de 1880 el Gobierno creó el Banco Nacional, para que actuara como su banquero y promoviera el crédito público. La función de banquero consistía en prestar al Gobierno los servicios de consignación de los fondos públicos o de Tesorería, crédito, colaboración en la contratación de préstamos internos y externos y la administración de los títulos de deuda pública. También había sido encargado de la emisión de billetes. Pero en 1894 debió ser liquidado por el Congreso, debido a excesos registrados en la capacidad de emisión. Años más tarde fue creado el Banco Central de Colombia, el cual funcionó de 1905 a 1909, y luego fue liquidado por idénticas razones que el anterior.” (Banco de la República 2004) De esta manera, queda demostrado que el Partido Liberal planteó un modelo de desarrollo que no correspondía a las características de las instituciones ni de la sociedad granadina; y se equivocó porque vio un desarrollo deslumbrante en Europa y Estados Unidos del que quiso apropiarse, sin tener en cuenta que ellos tenían sociedades y aparatos estatales e industriales muy diferentes a los que se observaban en el territorio nacional. Como consecuencia de lo anterior, los años que estuvo en el poder (1849-1882) fueron vanos y no generaron resultados positivos para el país, quedándose éste con sus expectativas frustradas. Posteriormente, se plantea la Regeneración, y con ella la Constitución de 1886; y con un Partido Liberal debilitado por sus resultados, los Conservadores de manera unilateral redactan la nueva Carta que va a definir el futuro del país por los próximos 105 años (1886-1991), exaltando los ánimos de quienes aún permanecían firmes a los principios liberales, aunque conteniéndolos hasta que en 1899 estalló la Guerra de los 1000 días, y que terminó por la imposibilidad de los bandos de mantener una lucha en medio de tanta miseria en 1902. “Debido a la escasa preparación militar y ausencia de planes estratégicos, las batallas fueron caóticas y sanguinarias, animadas por el licor y por la imposibilidad de volver atrás. Si bien las deserciones en las tropas conservadoras, donde se reclutaban individuos liberales, fueron muy altas, la desmovilización de los combatientes liberales fue imposible por temor al castigo gubernamental. La indisciplina y el personalismo compitieron con la abnegación y el valor. El machete, como arma mortal, salpicó de sangre a todos los colombianos.” (Partido Liberal Colombiano 2008). De ninguna manera se puede comparar esta guerra caótica con la de Secesión en los Estados Unidos, en donde también se mataron entre los con nacionales, y como toda guerra representó una calamidad espantosa, pero al menos allá se involucraban militares preparados, que empezando tenían uniforme, aquí combatían como podían y al calor de los tragos. Dice Molina al respecto que el Partido Liberal salió atomizado después de la guerra y que los generales Uribe y Vargas Santos se proclamaban individualmente jefes de la colectividad, llegando a existir la duda de si el liberalismo realmente existía (Molina 1987, 222). Sin embargo, aquí no acababa la historia de un partido que trasegaba por las sendas del poder de manera tan aleatoria, sino que la pérdida de Panamá, le dio otra oportunidad que supieron aprovechar exaltando el nacionalismo a través de Laureano García Ortiz (Molina 1987, 225). CONCLUSIONES El destelló que provocaron las iniciativas liberales, respaldadas por el innegable desarrollo que presentaban Europa y Estados Unidos, no se constituyeron en un faro que guiara el desarrollo nacional, sino en una estrella fugaz que se perdió en la oscuridad del espacio, representado en el ahogamiento en medio de una realidad en la que no se tenían carreteras, instituciones o industrias que respaldaran tal formulación, para que su implementación llegara a feliz término. Es cierto que el Partido Conservador opuso resistencia a las pretensiones liberales, pero no fueron el obstáculo principal, ni la causa más evidente de su decadencia en el periodo de la nueva República, sino la diferencia ampliamente perceptible entre sus formulaciones y sus resultados. Es difícil entender cómo tantas personas fueron destelladas por un modelo de desarrollo tan prometedor y con derivaciones tan positivas fuera pensado que era posible en una Colombia desprovista de caminos, puertos, vehículos industrias, instituciones políticas, papel moneda o productos de exportación rentables; aunque aclara Molina en varios apartes que habían unos liberales mucho más radicales que otros. No obstante, este fue un intento fallido que desató un conflicto partidista que aún actualmente tiene consecuencias, en una guerra con otros matices, pero con unos orígenes claramente relacionados con este tema. BIOGRAFÍA Gerardo Molina Ideólogo y político de izquierda antioqueño (Gómez Plata, agosto 6 de 1906 Bogotá, marzo 29 de 1991). Desde su infancia, Gerardo Molina Ramírez fue testigo de la injusticia social. Adolescente aún, se trasladó a Medellín y se matriculó en 1921 en el Liceo Antioqueño. En 1927, cuando se encontraba estudiando Derecho en la Universidad de Antioquia, en un medio del conservatizado y escolástico, junto con otros compañeros realizó una huelga por la que fue expulsado de esta institución. Se trasladó a Bogotá, donde terminó sus estudios, en la Universidad Nacional, en medio de una atmósfera más liberal. El maestro Gerardo Molina constituyó una extraordinaria personalidad de mente prodigiosa y polifacética, en la que resaltó un elevado culto a la libertad y a la justicia social. Su temperamento se forjó con las grandes luchas políticas y sociales del siglo XX colombiano. Ideólogo, político, investigador e intelectual sensibilizado con la realidad del país, Molina fue un estupendo ensayista, con gran capacidad de síntesis y fina argumentación. Fiel a sus propósitos y leal a sus ideas, actuó como vocero de las clases populares colombianas, no sólo en el foro político y en la plaza pública, sino también en los sindicatos, en la tribuna de la prensa y de las revistas y en la Universidad, espacios que moldearon, al decir del profesor Gaviria Díaz, su inteligencia «haciéndola dúctil, abierta, sensible al cambio, al diálogo, a la confrontación permanente de lo que ayer parecía inconcuso con lo que hoy se atreve a desafiarla». En su larga trayectoria, su desempeño público fue siempre intachable y ejemplarizante, todo el tiempo manteniendo en alto las banderas de las reivindicaciones sociales desde la izquierda liberal. Tres veces representante a la Cámara (1933-1935, 1939-1941, 1962-1964); senador de la República en el período 1935-1939 y en 1982; personero de Bogotá entre 1942 y 1943; rector de la Universidad Nacional de Colombia entre 1944 y 1948; rector de la Universidad Libre en 1955 y entre 1960 y 1962; candidato a la Presidencia de la República en 1982; miembro del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos, durante la administración de Belisario Betancur; y miembro de las Comisiones de Paz nombradas durante los gobiernos de los presidentes Julio César Turbay Ayala y Belisario Betancur Cuartas. Tempranamente, Gerardo Molina estructuró su pensamiento en torno a los grandes socialistas de su época, como Jean Jaurés y León Blum, sin desconocer a los clásicos, entre ellos a Carlos Marx. Por aquellos años entró en contacto con Jorge Eliécer Gaitán, primero como profesor universitario y después como jefe de la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (UNIR). También en la década del treinta se acercó a la figura de Alfonso López Pumarejo, con cuyas ideas y reformas se entusiasmó, dándole su respaldo y apoyo irrestricto porque su plataforma ideológica se aproximaba a los postulados socialistas. • En 1942 se destacó como uno de los miembros más connotados de la Liga de Acción Política (LAP), que tendió a conformar el Partido Socialista de Colombia. En 1960 adhirió al Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), por el cual resultó electo a la Cámara de Representantes, aunque conservando su posición independiente. En los setenta se convirtió en el vocero de FIRMES, movimiento político socialista de corte nacionalista, por el cual fue candidato a la Presidencia de la República. Gerardo Molina hizo sus primeros ensayos periodísticos en Medellín, desde el Diario de Colombia, y en los treintas fue periodista de El Espectador. En 1943, como miembro de la Liga de Acción Política, publicó el periódico Acción Política, órgano difusor de las ideas socialistas. Escribió en La Calle, diario del MRL, y en revistas como Mito, Bolívar, Universidad Nacional, Universidad Libre y Horizontes, participando con ensayos de carácter social. Durante la violencia política de los cincuenta se exilió en París, donde efectuó un doctorado en Ciencias Políticas. Desde la revista Alternativa, vocero de FIRMES, criticó los gobiernos de su tiempo y la democracia restringida que vivía el país. • El proceso histórico político colombiano lo sintetizó en sus libros Las ideas liberales en Colombia, Proceso y destino de la libertad, Breviario de ideas políticas y Las ideas socialistas en Colombia. Desde joven, Molina creyó que a la noción de Patria había que despojarla de su carácter exclusivista y exclusionista, para darle el que verdaderamente le correspondía, el de una categoría tan amplia como universal. En desarrollo de esta idea, trabajó arduamente por sacar adelante la reforma constitucional de 1936, que modificó la rígida Carta de 1886, acoplándola en lo posible a la realidad de su momento. Desde el Congreso trabajó por obtener derechos sindicales y de amparo a la clase trabajadora, conquistando los derechos de huelga, a la indemnización por despido injusto, a la remuneración de festivos, al servicio médico, al pago de vacaciones, a la indemnización por accidentes de trabajo en dinero y no en especie, y a la celebración del 1 de mayo como día internacional del trabajo. Incansable luchador por la educación y la cultura del pueblo colombiano, Gerardo Molina pregonó y defendió los fueros y la libre autodeterminación de la universidad pública. Concibió a la universidad pública como un mecanismo puesto al servicio de la Nación y de la democracia, animado por el propósito de contribuir a la liberación del pueblo. Ante todo, debía ser laica y nacional, en modo alguno confesional y privada; debía ser la «orientadora de la República». Molina puso en práctica estas ideas cuando ocupó las rectorías de la Universidad Nacional y de la Universidad Libre, lo que le valió el veto de la jerarquía eclesiástica y la recriminación de parte de los , sectores tradicionalistas, escandalizados con sus ideas sobre la Universidad como institución democrática y libre, taller de la nacionalidad, orientadora de la opinión pública y directora de la sociedad. Esencialmente, Molina creía en las virtudes de la cátedra abierta y en la autonomía de la inteligencia. Con su actividad política, Molina trabajó para sacar de las manos privadas la propiedad y el manejo de las actividades principales, para pasarlas a manos de la Nación. Su pensamiento era, ante todo, nacionalista. Creía en el socialismo pero compenetrado con la necesidad de «aumentar la riqueza nacional» y la defensa de la democracia y las libertades; un socialismo nacional, que no dependiera de ningún centro mundial, era el que podía dar las fórmulas para la reconstrucción de Colombia. Molina pretendió ganar el poder para colocarlo al servicio del pueblo colombiano. Su palabra y su acción nunca claudicaron para denunciar los recortes a la libertad efectuados por las dictaduras civiles, confesionales y militares, que sumergieron a la nación en un mar de violencia. Siempre libre e independiente en su posición liberal de izquierda, luchó contra todo lo que significara dogmatismo. Abogó por una democratización de la sociedad colombiana, partiendo desde las filas de la izquierda liberal, como factor aglutinador de las tendencias que bajo diversas orientaciones operaban en el país. Su sueño, hasta ahora inalcanzable, fue lograr la integración de los partidos de izquierda en uno solo que se llamaría: Partido Socialista de Colombia. El maestro Gerardo Molina pasó a la historia nacional como un social-demócrata, fiel a sus ideas, enamorado de su patria nacional y de su pueblo, y esperanzado en el porvenir. Su existencia, centrada siempre en la lucha por «volver a crear la democracia», fue un testimonio edificante en la búsqueda de la libertad y de la dignidad humanas. [Ver tomo 5, Cultura, pp. 32 y 260]. Bibliografía • Banco de la República. «El Banco, Historia.» 2004. http://www.banrep.gov.co/el-banco/hs_1.htm (último acceso: 07 de mayo de 2009). • Colmenares, Germán. «Historia Económica Colombiana.» 359. Bogotá: Río Grande, 1994. • Molina, Gerardo. Las Ideas Liberales en Colombia 1849-1914. Bogotá: Terecer Mundo, 1987. • Partido Liberal Colombiano. «La Guerra de Los Mil Días.» 2008. http://www.partidoliberal.org.co/root/index.php?option=com_content&task=view&id=131&Itemid=127 (último acceso: 08 de Mayo de 2009). • Universidad Sergio Arboleda. «La Regeneración, La Constitución de 1886 el Papel de la Iglesia Católica.» Civilizar, 2005: 1-13.