EL ANDANTE CABALLERO DON ANTONIO NARIÑO (La Juventud 1765- 1803)
Por Luisa Fernanda Rodríguez Herrera
INTRODUCCION
El ensayo de Raimundo Rivas el andante caballero don Antonio Nariño cubre en el tomo que me correspondió el periodo comprendido entre 1765 y 1803. Este texto fue ganador y laureado con el premio nacional de literatura Vergara y Vergara de 1936.
El trabajo describe en orden cronológico la vida, obras y desventuras de Don Antonio Nariño, con un buen grado de detalle y fuentes aunque en el tomo que corresponde analizar sólo llega a 1803. Cabría decir que le siguen seis largos años de prisión.
Como todo texto, el andante caballero admite múltiples lecturas: En primer lugar, la que se refiere a sus tesis principales que constituye el contenido del acápite numero uno de este breve trabajo, en segundo lugar se presentan brevemente algunas características del movimiento conocido genéricamente como la Nueva Historia para contrastarlas en el acápite numero tres con el Andante Caballero y finalmente a manera de conclusiones realizar una breve valoración final.
Como se verá en el contenido del trabajo, este ejercicio nos permitió profundizar en el mundo de las ideas que rodearon la emancipación en el Virreino de la Nueva Granada y poner en discusión algunos puntos de vista que no por ser de común aceptación agotan la verdad histórica.
I LAS TESIS PRINCIPALES
Desde el punto de vista del contenido, el andante caballero entrega elementos para una de las discusiones fundamentales que se suscitan al hablar de las causas de la independencia.
¿Obedeció ella en el terreno de las ideas, a la influencia de la ilustración encarnada en la revolución francesa, o a las de democracia e igualdad puestas en práctica por la revolución norte americana o tuvo su motor ideológico principal en las tradiciones de autonomía de los antiguos territorios castellanos?
El asunto no es de poca monta. Antonio Nariño ha sido registrado en la historia por ser el traductor de los derechos del hombre y del ciudadano en una imprenta clandestina y de su propiedad. “Ha realizado ya Nariño, con el beneplácito de los representantes del rey, su ensueño de poseer una imprenta. En la plazuela, al frente de la iglesia de San Carlos, pueden admirar los curiosos los flamantes elementos que ha importado la península, con no pequeño costo y esfuerzo, y sobre la puerta de entrada del local luce el nombre que cifra los anhelos de su dueño: imprenta patriótica[1]” “Nariño se encierra en su gabinete, en El Santuario. Devora esas páginas y en su mente brota al momento la idea de traducirlas del francés al idioma castellano y editarlas en su imprenta, La Patriótica[2]” Así mismo Antonio Nariño animaba e impulsaba una sociedad secreta filantrópica a la usanza de las múltiples que animaron la revolución francesa. Estos dos argumentos serian suficiente soporte para argumentar que Nariño consiente y de manera efectiva transmitió una ideología revolucionaria y contraria al régimen colonial. Prueba de lo anterior seria justamente la estadía en prisión que le impuso la Corona y que después repetiría.
Dentro de esta argumentación, otro elemento que es muy destacado tanto por Rivas como por otros historiadores incluso contemporáneos es la profunda relación y afinidad con don Pedro Fermín de Vargas y Luis de Rieux uno americano y el otro francés. Considerados como defensores y propagandistas de las ideas de la ilustración y de la revolución francesa. No se ocupa el libro, ni tendría necesariamente por qué, en presentar evidencia que demuestre la actividad marcadamente revolucionaria, la influencia y especialmente los devastadores efectos de la acción de estos dos personajes, se reconoce si su papel destacado y no parece caber duda sobre su convicción ideológica ilustrada, revolucionaria y por ende emancipadora. En el caso de Nariño la descripción se matiza.
Nuestro autor de manera delicada y detallada introduce elementos que perturban una visión lineal, aparentemente clara pero simple según la cual Nariño es un ventrílocuo de las ideas de la revolución Francesa.
El primer dato es justamente la defensa que presenta Nariño ante la corte española. Según esta, las ideas de los derechos del hombre y del ciudadano están incluidas en las tradiciones castellanas y forman parte de las autonomías que las ciudades españolas ostentaban. De esta manera, Nariño se apoya para su alegato, no en la justeza de las ideas de la revolución francesa, no en los derechos que les corresponderían como español nacidos en América sino más bien en los que le corresponden a todos los súbditos de la corona, en ejercicio de las potestades castellanas.
El segundo elemento tiene que ver con la propuesta de mejoras del reino que elabora Nariño durante su segunda detención “Ensayo sobre un nuevo plan de administración en el nuevo reino de granada”[3]. Esta propuesta supone al menos que su autor o es presa de un grave arrepentimiento, de lo cual no hay evidencia, o efectivamente cree que al menos en la situación que el percibe, es posible lograr el desarrollo de las colonias sin necesidad de una ruptura con la corona española. El trabajo ahonda en medidas prácticas para mejorar el sistema tributario, la agricultura y el comercio, fruto de su experiencia como administrador de diezmos, y debe tenerse en cuenta de su largo periplo por una Europa revolucionaria y próxima a la guerra.
El tercer aspecto tiene que ver con la evidencia de la misma evolución intelectual de Nariño. Al evaluar la entrega de Nariño después de su primer periodo de prisión los historiadores atribuyen esa decisión a una conciencia de las grandes dificultades que se encuentran para iniciar un proceso emancipatorio en el nuevo reino de granada. Esta conciencia, consultada con sus amigos más cercanos lo llevaría a aprovechar la circunstancia de Arzobispo amigo y nuevo Virrey con fama de tolerante, para solicitar el perdón real y a entregarse. Por diversas circunstancias la decisión no luce hoy lo más acertada: más de seis años en prisión. La conclusión tácita de esta tesis es que durante este período las condiciones cambian y al final de ellas surge un Antonio Nariño Ilustrado y radicalmente emancipatorio.
Un punto de vista más complejo, surge del trabajo de Rivas y está también presente en el prologo de don Tomas Rueda Vargas. En los dos casos no deja de mencionarse las posibles raíces nativas del proceso de independencia, con especial referencia a los efectos de la revolución de los comuneros. Desde este punto de vista los comuneros desnudaron la injusticia del régimen colonial pero sobre todo desnudaron las debilidades de la dominación española y las aspiraciones de los españoles nacidos en América o criollos.
De hecho Rueda Vargas hace referencia a la minuciosa descripción que el trabajo de Rivas hace del permanente conflicto entre los españoles nacidos en América y los oriundos de España. En el tinglado de los favores del virrey y de los cargos de la burocracia colonial se libraba una permanente batalla por defender prerrogativas. A Nariño le cupo ser miembro del cabildo administrador de diezmos y alcalde. Todo ello como prueba del prominente puesto que Nariño ocupo en la sociedad colonial santafereña. Rivas señala como uno de sus más enconados enemigos era rival de alcaldía quien hará lo imposible por convencer a la corona de las ideas ilustradas y revolucionarias de Nariño, cuando en verdad había una pugna de poder y efectivamente las ideas de la ilustración circulaban sin mayor huella dentro de la reducidísima elite santafereña.
De otra parte, no existe referencia al oficio de comerciante de Nariño, más que para señalar su fortuna inicial en los negocios, utilizada para usufructuar la administración de rentas eclesiásticas. “El sonado pleito entre el capitulo metropolitano y el virrey por el derecho de nombrar tesorero, había sido fallado por la corona a favor de los eclesiásticos. Desde entonces convierte en un comerciante activo. Viaja a Honda y Cartagena, establece negocios, exporta quina, tabaco y cacao y en su afán progresista piensa transformar la economía del país[4]” se No existe reflexión sobre si ello implicaba contradicción con los españoles de origen o contra las autoridades virreinales, pero todo indica que ello no era así. Nunca se acuso a Nariño ni por su profesión ni por sus negocios y cuando le fue quitada la administración de los diezmos, era claro el interés por empobrecerlo y llevarlo a la quiebra para que perdiera su poder económico, pero no se argumentaba ni limitaciones para el ejercicio del comercio o prohibiciones de enriquecimiento por no ser españoles de origen.
Otro de los aspectos que requerirían mayor discusión es la percepción de la revuelta de los comuneros. Mientras las elites españolas veían la amenaza de los comuneros con el prisma de la revolución francesa, Rivas describe el miedo de la “aristocracia del virreinato”; los criollos percibían los comuneros como una de las consecuencias de la injusticia del tratamiento tributario y en menor medida el despotismo de la denominación.
II. EL ANDANTE CABALLERO COMO EJEMPLO DE HISTORIOGRAFIA
A finales del siglo pasado hizo carrera la expresión “nueva historia de Colombia”, para referirse a un movimiento académico que pretendía superar la historia como un ejercicio de apología o de rechazo de personajes que de manera individual parecen forjar la historia de los pueblos.
El ejemplo clásico de la llamada historiografía tradicional es el texto de historia de “Henao y Arrubla sobre historia política de Colombia[5]”. Este texto describe desde la colonia hasta la república la sucesión de mandatarios que han regido nuestro país, en orden cronológico y atendiendo una estructura que obedece a los siguientes criterios: descripción física del personaje, ancestros y linaje, periodo de mando y principales hechos políticos. Cada descripción está acompañada de una alta valoración a favor o en contra de las ideas que representa el respectivo mandatario.
Al contrario, la nueva corriente, nutrida en la moderna historiografía francesa e inglesa, hizo sus primeros trabajos centrada en la historia económica y con base en ella buscó reescribir la historia del país.
Es cierto que los historiadores que se vinculan con este movimiento, no aceptan una unidad teórica, metodológica o de propósito que los permita identificar como una única escuela. En general reciben el rotulo “nueva historia” mas como un denominador publicitario que como una definición rigurosa.
A pesar de ello, se pueden identificar ciertas constantes tanto de teoría como de método, que permitirían mantener esta clasificación:
1. Se concibe la historia como el proceso de movimiento de los pueblos antes que de los individuos.
2. Los individuos expresan una situación, pueden dinamizarla u opacarla pero son parte de ella y en ese sentido resultado.
3. El conocimiento histórico busca entender y descifrar antes que aclamar o publicitar.
4. Para lograr entender la dinámica de los pueblos es fundamental construir el contexto económico y social en el cual se desarrollan los acontecimientos.
5. Sobre esta base es posible ilustrar las dinámicas de las ideas, especialmente las políticas que permiten ilustrar los grandes debates de cada época.
6. Desde el punto de vista metodológico, la “nueva historia” marca una diferencia en el tratamiento de las fuentes: ya sea, sometiendo a mayor rigor las fuentes documentales o buscando nuevas fuentes como archivos judiciales o historia oral.
III. EL ANDANTE CABALLERO NO ES UN TEXTO DE HISTORIOGRAFIA TRADICIONAL.
El texto de Raimundo Rivas cronológicamente correspondería en un todo a la historiografía tradicional. En verdad su estilo mantiene la estructura clásica de descripción de los personajes y la referencia a los ancestros y linaje. Sin embargo debe recordase que se trata de una meticulosa biografía que se permite reconstruir hasta el más mínimo detalle del precursor de la independencia.
Si bien la descripción de Rivas es elocuente y literaria en el sentido de adornada con adjetivos, no puede sostenerse que este escrita con una afán apologético o de declamación. Al contrario si existe un hilo subjetivo en el relato de Rivas, este tiene que ver con el esfuerzo de construir la vivencia sentimental y la dinámica de la voluntad de un hombre que evoluciono de ser miembro de la elite criolla santafereña a reo reiterado y finalmente líder de un proceso independentista.
En este sentido reiteramos el texto de Rivas no puede clasificarse como apologético, o simplemente reivindicador de una actuación en pro de la patria o cualquier otro símbolo marcadamente ideológico.
Sin embargo la meticulosidad de la investigación no va acompañada necesariamente del tratamiento riguroso de las fuentes. Preso de su tiempo, Rivas guarda celosamente sus fuentes y deja al lector la idea que ellos descansan en el acceso a correspondencia o documentación privada que reposaría en la familia o allegados al docto historiador.
En ciertos capítulos Rivas siente la necesidad de ilustrar mejor la situación económica del virreinato. Afortunadamente las actividades de Nariño y su mismo periplo (tesorero de diezmos, viajes a Europa y recorrido por todo Santa fe) lo obligan a detenerse en aspectos económicos, aunque de ellos parece retener solo los aspectos comerciales. Ya hemos destacado que no existe evidencia de que el ejercicio de estas actividades comerciales fuera o restringido para los criollos o fuente de conflicto con los españoles de origen. Además de lo anterior, el libro no permite construir dinámicas de sectores socioeconómicos ya sean labriegos, campesinos, artesanos o incluso los mismo comerciantes.
IV. CONCLUSIONES
El texto del doctor Raimundo Rivas reconstruye en detalle la vida y los acontecimientos particulares que rodearon a Don Antonio Nariño.
Aunque en el estilo puede ser visto como un texto de historiografía tradicional, por la exactitud del seguimiento y el respeto por la evolución se perciben claramente las influencias ideológicas y políticas de la época y los conflictos al interior del virreinato aunque solo en el sector de las elites.
De esa descripción queda claro que si bien Antonio Nariño tradujo los derechos del hombre y del ciudadano y constituyo sociedades filantrópicas a la manera de los clubes franceses; esas actividades solo pueden verse como precursoras y de efecto restringido.
Un buen ejemplo de lo anterior es que la publicación de los derechos del hombre haya tenido ínfimos lectores, se haya recogido y en el alegato de su defensa Nariño invoque el derecho tradicional castellano y no las ideas de la ilustración.
Puede argüirse que después de su periplo por Europa y tras su segundo periodo de cárcel abrasara abiertamente los idearios de la ilustración pero sin duda esto requirió en su caso un largo periodo de maduración y cambio de circunstancias.
De otra parte el texto de Rivas reivindica los posibles orígenes nativos de la emancipación especialmente los comuneros y sus consecuencias. Queda para un trabajo posterior definir cuál de las dos influencias primó en el movimiento emancipador y a qué nivel, es decir entre las elites?, entre el pueblo? en el ejercito patriota?
Finalmente abría que decir que esa discusión acompaña aun a los historiadores un trabajo denominado “nueva visión de la historia de Colombia de Alberto Bermúdez, publicado en la Sergio arboleda en el 2002, escribe: para mejor entendimiento de los antecedentes intelectuales de la independencia y los ingredientes culturales que vinieron después, podría ensayarse un fraccionamiento de ese periodo en 3 lapsos temporales perfectamente definidos: el primero comprende la finalización de la colonia y llega hasta el 20 de Julio de 1810- ya conseguida la independencia- notoriamente nutrido con las ideas que produjeron la emancipación norteamericana; y finalmente, de 1819 en adelante, en donde entrar tonantemente las doctrinas propagadas por filósofos del enciclopedismo y la revolución francesa”[6] es decir la vida de Antonio Nariño corresponde al primer periodo.
[1] Rivas Raimundo. El andante caballero Don Antonio Nariño la juventud (1765- 1803). Editorial A,B,C. 1938
[2]Rivas Raimundo. El andante caballero Don Antonio Nariño la juventud (1765- 1803). Editorial A,B,C. 1938
[3] Bermúdez Alberto “Nueva Visión de la Historia de Colombia” Universidad Sergio Arboleda. Bogotá 2002
[4] Coronel de artillería Riaño Camilo: El teniente general Don Antonio Nariño, volumen I, imprenta y litografía de las fuerzas militares, Bogotá 1973.
[5] J.M Henao y M. Arrubla: Historia de Colombia para la enseñanza secundaria, Séptima edición, Bogota, 1952.
[6][6] Bermúdez Alberto “Nueva Visión de la Historia de Colombia” Universidad Sergio Arboleda. Bogotá 2002.