martes, mayo 19, 2009

Colombia: país fragmentado, sociedad dividida. Su historia

Colombia: país fragmentado, sociedad dividida. Su historia.

Por Isadora Fernández Posada

La situación del país a lo largo de 43 años (1906-1943), es una época en la que el café se convierte en un hito para la economía colombiana, acompañado por diferentes sucesos políticos, de los cuales en la actualidad todavía sentimos sus efectos.

Se empieza con un recuento histórico entremezclando perspectivas de economía, política y religión buscando unirlos en un tema común y mostrando cómo cada aspecto influyó en el crecimiento evolutivo del país: la Colombia cafetera. Como bien se ha señalado, “La comprensión del desarrollo económico no está al alcance de ninguna ciencia social, aunque ellas proporcionen explicaciones parciales”[1]. Lo social, lo económico y lo político se entrecruzan dinámicamente para producir la evolución y la identidad de una comunidad o de un aspecto sobresaliente de ésta (como es el caso de la explotación del café durante el siglo xx en Colombia).

Es importante destacar en este contexto, como se señala en la obra de OCAMPO GAVIRIA[2], que no hay una historia parcelada, una historia económica, una política, una social, sino que hay una historia total y unitaria en la que todos esos factores se involucran. En Colombia tuvo mucho eco –al influjo de la economía política marxista- una cierta tendencia a establecer conexiones automáticas entre la economía y la sociedad, la política, los valores y las ideologías, en forma de determinismos económicos muy empobrecedores. Sobre el tema de los conflictos sociales y la producción cafetera del siglo anterior, se debe preguntar si hay un nexo entre ellos; si existió debe ser muy tenue porque la producción cafetera pesó originalmente poco en la economía e inclusive en la economía exportadora de la segunda mitad del s. XIX. El nexo se explica mejor desde la Regeneración y la expansión del café a partir de los gobiernos de RAFAEL NÚÑEZ y del General REYES, que hacen parte de la hegemonía conservadora que gobernó al país hasta 1936, si bien REYES había permitido la amplia colaboración de los liberales en la reforma constitucional de 1910.

La tesis que va a desarrollarse en este ensayo es que la producción y exportación del café fueron finalmente el factor decisivo para que Colombia pusiera término a la economía alcabalera de la colonia y encontrara un ramo que pudiera desarrollar su mercado interno y abrirle campo en los mercados internacionales, como efectivamente sucedió en el siglo xx. Por muchas décadas, e identificada con el cultivo y la exportación de café en grano, fue Colombia un país mono-productor y mono-exportador, al menos en términos predominantes.

Para comenzar, el general RAFAEL REYES tomó posesión de la Presidencia el 7 de agosto de 1904 y su lema lo hizo célebre desde ese día: “menos política, más administración”. Su gestión económica no tuvo una dirección específica, sino que impulsó al mismo tiempo la explotación del petróleo, el café, el banano y el algodón. Pero los continuos sucesos políticos lo llevaron a dejar la Presidencia y de ahí vienen grandes acontecimientos que influyeron directamente en la economía colombiana e inclusive en sus constantes caídas e intentos de reconstrucción[3]. NÚÑEZ y REYES dirigieron los gobiernos que más presencia y dinámica le dieron al país hasta comenzar el siglo xx y que más contribuyeron a consolidar su perfil específico de productor de café suave hasta pasada la primera mitad de dicho siglo.

La reconstrucción económica y política del país no era fácil. Veníamos de una economía turbia, desordenada y alcabalera que nos había legado la Colonia. En 1903, la Asamblea Nacional –que era el congreso de entonces-, abocada a esta tarea, comenzó por reformar el sistema monetario, adoptando el patrón oro, y la gran meta de reconstrucción estuvo a cargo de RAFAEL REYES, quien adoptó una nueva política económica sustentada sobre todo en la centralización fiscal y el proteccionismo. NÚÑEZ le había dado al país la Constitución de 1886, que duró vigente casi un siglo (hasta 1991) y mantuvo la unidad del país a pesar de las tendencias de algunos regiones a una autonomía tan radical que se asomaba a veces al independentismo.

Un ejemplo muy ilustrativo de las tendencias económicas de comienzos del pasado siglo lo representó el Decreto 832 de 1907, mediante el cual se concedieron subvenciones a las exportaciones de café, tabaco y caucho de plantación, así como a los productos de algodón “para el consumo del país o para la exportación”. Aunque el decreto estuvo vigente apenas unos pocos meses, ilustra bien la idea básica de la política económica de REYES: tanto la protección y los estímulos a la industria como la promoción de la agricultura hacían parte de una política global encaminada a aumentar las exportaciones y reducir las importaciones, en la convicción de que el núcleo de los problemas económicos, fiscales y monetarios era el desequilibrio de la balanza comercial del país[4]. En cambio, al país le faltó –mejor dicho, le siguió faltando- la pujanza necesaria para su industrialización, pues fomentó la política de exportación en bruto de los productos minerales y del petróleo, así como del café y el algodón, desaprovechando la creciente y por cierto muy barata mano de obra nacional. La ganadería tampoco fue bien explotada en esas épocas, desperdiciando para ella y para la agricultura mecanizable las grandes extensiones de tierra de las regiones orientales del país.

Colombia, después de la reforma de 1910 realizada a la Constitución de 1886, empieza una nuevo ciclo en todos los ámbitos (jurídico, económico, administrativo, político, entre otros), tanto así que “pudo integrarse al mercado mundial en cuanto se consolidó la economía cafetera[5]”, a pesar de estar iniciando “una nueva vida” sin parte de su territorio, debido a la tan reciente pérdida de Panamá y a las transformaciones políticas, electorales y constitucionales que afrontaba. Contaba, sin embargo, con la suerte de tener pequeños y medianos tenedores de tierra campesinos que se dedicaron a la producción y recolección del café, siendo éste uno de los principales productos de exportación de América Latina, el cual ha venido resistiendo varios ciclos de gran aumento y grandes caídas, pese a lo cual ha logrado mantenerse. Se puede mencionar el surgimiento de pequeños cultivadores en el interior de Colombia, que por su conformación montañosa y climática resultaba propicia para esa explotación y coincidía ese factor con el reparto de la tenencia de tierras en minifundios en las mismas regiones (Antioquia, Caldas, Quindío, Risaralda, Santanderes, Tolima, Cauca e incluso Cundinamarca).

Las plantaciones cafeteras colombianas, en todo caso, se desarrollaron en minifundios. Las primeras décadas del siglo XX sobresalen por la expansión de la economía cafetera, que no se sustentó en el sistema latifundista y neo-colonial de haciendas, sino en la pequeña producción parcelaria del occidente montañoso del país. Este sistema hizo del café un producto privilegiado.

“La importancia del café en la economía colombiana, no es sólo por el nivel de empleo que sostiene, sino también por el gran volumen de divisas que ha aportado al país, inclusive en épocas de grandes crisis ha sido el primer generador de divisas… “En varias épocas se han presentado crisis en el mercado internacional cafetero como consecuencia de un desequilibrio entre la producción y el consumo. En los años 30, durante la gran depresión, Brasil debió destruir grandes cantidades de café para evitar una mayor postración en el precio…”[6].

Contrapuesto a ese origen minifundista de nuestra empresa caficultora, SALOMÓN KALMANOVICS, historiador y economista muy docto, puntualiza:

Cabe destacar que los procesos económicos no siempre se corresponden con lo que sucede en el terreno de la política… el proyecto de los regeneradores consistió en desarrollar la gran hacienda cafetera. El sistema de crédito impulsado por la regeneración condujo a que sectores de terratenientes y especuladores urbanos consiguieran crédito muy barato y lograran fondos para expandir la producción cafetera… es en la etapa de la expansión cafetera y en el coincidente proceso de unificación política cuando se sientan bases firmes para la acumulación originaria de capital en nuestro país”[7].

Prontamente se ve convertido el café en una bebida popular en el mundo, la cual invade los mercados y comienza a tener cierta inestabilidad debido a la oferta, la demanda y la variabilidad de los precios, aspectos que en mi opinión no lograron detener el impulso con el que venía a posicionarse en el mundo como la bebida más popular, sin importar la edad o la condición económica individual y social. Su difusión sobrepasó el consumo del té y en la actualidad posiblemente sólo puede ser comparada a la Coca cola. Se trata de una bebida que cubre el mercado mundial, que cobra un auge especial en los Estados Unidos de América durante todo el siglo XX.

Con este aire de importancia que adquiere el café y su gran popularidad, empiezan a surgir también organizaciones intervencionistas que tienen como objeto el control del producto en todas sus dimensiones (control de precios, calidad, producción, etc.) y nacen con la intención principal de hacer frente a la inestabilidad del mercado. En 1927, la Federación Nacional de Cafeteros, por ejemplo, limita el margen de utilidad, y en 1940, el Fondo Nacional del Café, el cual nace como una cuenta para consolidar el comercio y mejorar los ingresos de los caficultores; ambas instituciones con el afán de intervenir debilitaron el mercado, pero protegieron a los caficultores, y esa hoy en día es su función más importante; anotando, como lo dice la lectura principal, que desde 1989 la Federación viene en proceso de constante debilitamiento. La asesoría técnica de la Federación a los caficultores desarrolla las técnicas de cultivo, selecciona las variedades de mejor rendimiento y ayuda al control de las plagas, entre las cuales fueron especialmente graves la roya y la broca, que sólo vinieron a quedar controladas a finales del siglo XX. Se sostiene por ello que:

“La inestabilidad de los mercados y la necesidad de apoyo para el desarrollo y fortalecimiento de la industria cafetera, estimularon a los productores a organizarse y buscar solución a sus problemas comunes. El 27 de junio de 1927 se reunieron en Medellín y fundaron la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, con el apoyo del gobierno de ese entonces.

“Desde su fundación, la Federación empezó a actuar como Entidad Coordinadora de la Política Cafetera de Colombia, tanto en el plano nacional como en el internacional y por contrato con el Gobierno Nacional empezó a regular el mercado del grano y a recaudar los impuestos provenientes de la exportación”[8].

Pero, por sobre todo, la Federación Nacional de Cafeteros –y a su lado el Fondo Nacional del Café- ha servido para crear y desarrollar, a lo largo de varias décadas y todavía en la actualidad, una gran plataforma para la comercialización del grano en los mercados internacionales, sobre todo a los Estados Unidos de América. Al respecto, su personaje publicitario “Juan Valdez” se ha convertido en los últimos años en un símbolo del prestigio mundial del café suave colombiano y de la cultura de su producción y de su consumo.

“El crecimiento continuo de la producción del café es el fenómeno más decisivo de la historia económica colombiana del siglo XX[9]”, al cual le debemos agradecer los avances en transporte terrestre, marítimo, aéreo y la construcción de grandes puertos (Barranquilla y Buenaventura, principalmente), pues de esto dependía el intercambio entre regiones del país y las exportaciones que comienzan a tener fuerza, pero el mal manejo del gobierno en épocas de bonanza llevaron a varias caídas monetarias, de producción y hasta de desprestigio que a la fecha sentimos los rezagos. O sea que el cultivo y la exportación del grano obligaron al país a mejorar y en parte a crear su infraestructura económica, especialmente en las materias vial y portuaria. Así se pasó de la navegación por el Río Magdalena y de la mula –como complemento suyo hacia el interior- a las vías carreteables y a la carga aérea, dejando en el olvido –lamentablemente- el transporte ferroviario (el cual se hizo especialmente difícil por las características montañosas de las zonas de cultivo).

La historia económica ha clasificado la evolución del café en nuestro país en tres etapas: ascenso, estancamiento y reactivación. En sus inicios, el producto tuvo que afrontar la dura competencia y fuerza que había tomado el caucho en los países fronterizos, generando nuevas fuentes de empleo y de recursos en momentos de crisis económica. Luego tuvo que esforzarse para perseverar en el mercado en virtud de la ardua competencia con el Brasil, en donde el café entró asimismo en auge después del caucho. De esta competencia, los caficultores colombianos salieron avante al concentrarse en la producción de un tipo de café distinto, conocido como café suave. En todas las épocas, el intervencionismo económico del Estado, que se ha acrecentado especialmente a partir de los años 30 del siglo anterior, ha estado dedicado a la protección de su productos bandera para la exportación en este mismo s. XX –como un siglo antes lo estuvo por el tabaco, el café y la quina, por ejemplo-: café, banano, petróleo, flores y algodón, pero sin mayores afanes por el desarrollo industrial y la ampliación y consolidación de infraestructura económica (salvo en la última década).

Empero, a partir de 1990 y por obra del gobierno de CÉSAR GAVIRIA, ha entrado el país en una fase de “capitalismo salvaje” (apertura económica, no proteccionismo aduanero, neoliberalismo económico) que ha cambiado todo el panorama y nos ha metido en la época de la globalización, desde luego a la sombra de la economía norteamericana. Pero curiosamente antes de eso, en los años 70 del pasado siglo, tuvo lugar la llamada “bonanza cafetera”, época en que le entraron al país muchas divisas porque el café obtuvo sus más altos precios en el mercado mundial y esa situación se prolongó por varios años debido a las reiteradas heladas que dañaban las cosechas en Brasil. Sin embargo, según el Presidente de la época, ALFONSO LÓPEZ, el país no resolvió con esos ingresos extraordinarios ninguno de sus problemas económicos y macro-estructurales porque no estaba acostumbrado a recibir tantas divisas y éstas llegaron a manos privadas y no a manos del Estado (¿?). Sin embargo, para cualquier teoría económica lo que importa es el volumen de dinero circulante y no la titularidad de quienes lo ingresan al país (por eso y en otro contexto, este sí lamentable, Colombia se pudo beneficiar de hecho del auge del narcotráfico en los 80 del siglo anterior). El factor impeditivo del progreso por aquellos tiempos pudo haber radicado, de modo principal, en las elevadas tasas de inflación y devaluación monetarias.

No obstante, no todo era económico en esa evolución. El tema político toma un tinte de especial importancia en esta época, y además influye en la esfera social. Como se puede recordar, la masacre de trabajadores bananeros en Ciénaga (1928), imborrable de la memoria de los colombianos, suceso que dividió el país, creó un enorme desprestigio para el gobierno y en especial para el Presidente y trajo consigo las flamantes huelgas y la desestabilización del sistema bancario y monetario del país. No se puede descartar la idea de que esa matanza oficial haya influido en la intensificación de los modos violentos de lucha entre los colombianos, que ya venían consumidos por luchas intestinas entre liberales y conservadores. La Guerra de Los Mil días había terminado tan sólo al despuntar el siglo XX y había reventado casi a no muchas décadas de las guerras de independencia y de los enfrentamientos intestinos que se conocieron con el nombre de “La patria boba”.

Viene luego el período de 1935-1945, sobre el cual explica con suficiencia ALEJANDRO LÓPEZ que solidificó muchos de los procesos iniciados a finales de los años veinte y comienzos de la década del treinta. En la esfera política, el fin de la hegemonía conservadora dio paso a los gobiernos liberales, los cuales iniciaron la introducción de cambios sociales y económicos mediante las reformas laboral y agraria y vincularon las instituciones a los movimientos obreros y campesinos, considerados como problemas de orden público antes de 1930. El período comprendido entre 1940 y 1944 también se caracterizó por el enorme déficit fiscal. No obstante, al contrario de lo que se ha creído hasta el presente, la principal causa del comportamiento de las finanzas públicas no fue la disminución de la renta de aduanas, sino el crecimiento del estado intervencionista que, sin embargo, no dispuso de los medios para consolidarse como Estado social de bienestar y por tanto no pudo erradicar la desigualdad ni la pobreza[10]. El país seguía careciendo de infraestructura vial y por tanto también sus medios de transportes eran bastante obsoletos. Colombia nunca tuvo buen transporte terrestre ni fluvial –aunque los tuvo a ambos-. Su tecnología al respecto se caracterizó por la adquisición y el mantenimiento de instrumentos obsoletos y por la resignación de carreteras sin asfalto, gasolina con plomo, etc. Por eso se oye con alguna frecuencia decir que Colombia pasó directamente, en materia de transportes, de la mula al avión, pero claro que el transporte aéreo de carga tardó mucho en tiempo en consolidarse porque se implica una tecnología costosa y el país siempre tuvo al respecto “complejo de pobre”.

Hacia 1930 comienza el cambio de una hegemonía conservadora a una república liberal –que ya había tenido precedentes ideológicos de importancia en la reforma constitucional de 1910, que suprimió la pena de muerte y estableció un Congreso (como órgano legislativo) de elección popular directa-. Luego vino la centralización del gobierno de LÓPEZ PUMAREJO que impulsó el sindicalismo, sin imaginar que esto traería consigo los avances más significativos en materia laboral, con el desarrollo de la legislación laboral, lo que impulsó al gobierno para que Colombia formará parte de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), regulando las jornadas laborales, la fijación de responsabilidades, industriales la estabilidad laboral, los salarios mínimos, entre otros.

La historia del café –su cultivo y exportación- está, en suma, ligada estrechamente a toda la historia económica y social del país desde comienzos del siglo XX, tal vez un poco antes, cuando las regiones de minas de aluvión abandonaron paulatinamente esta actividad y destinaron sus parcelas al café y la caña de azúcar (producción panelera para el mercado interno). En la actualidad el café sigue siendo el producto de mayor exportación de nuestro país, sobre todo a los Estados Unidos, pese a que el petróleo y el carbón se han fortalecido bastante, el banano y el petróleo se han mantenido y las flores y el algodón siguen abriéndose mercados. Lamentablemente, el país, que ya no es mono-productor ni mono-exportador, no ha obtenido con ello la expansión industrial e infraestructural que necesita para al alcanzar un estadio de desarrollo sostenible, tal vez por su política interna de exportar los productos en bruto, esto es, sin procesamiento previo. El café se vende en grano, el petróleo se exporta crudo y mucha parte de su exploración y extracción está en manos de grandes empresas extranjeras. Esta política económica debería ser discutida.

En todo caso, fue el cultivo del café en las vertientes de las grandes cordilleras colombianas lo que transformó la historia económica del país e incluso el perfil del hombre colombiano que entonces se convirtió en un colono y un colonizador que abre el espacio para la agricultura nacional y crea la vocación por el trabajo agrícola[11].

La producción cafetera y las necesidades del mercado de exportación fueron de todas maneras un factor de presión constante para la apertura y ampliación de las vías carreteables y el transporte marítimo (Flota Mercante Grancolombiana), ya que lamentablemente la política económica oficial dejó perder las grandes inversiones que el país había hecho en vías férreas, las cuales estaban ya casi destruidas en los años 60 0 70 del pasado siglo. Esto representó la pérdida de un poderoso instrumento de desarrollo porque el tren sigue siendo en el mundo un medio de transporte de bajo costo y amplia capacidad de carga para mercancías y pasajeros.

Nuestro país logró estar en un equilibrio de crecimiento en producción y exportaciones desde 1945 hasta 1975 con la llegada de la segunda bonanza cafetera. Esta última, producida a partir de 1974 en el gobierno de LÓPEZ MICHELSEN, desestabilizó el país. Curiosamente, el país venia estable pero mal en la medida en que se trataba de la estabilidad en el subdesarrollo y se tenía en el convencimiento de poseer capital para industrializar. Empero, el dinero comenzó a entrar en grandes cantidades con la bonanza cafetera –motivada en buena parte por las heladas que afectaron la productividad del café en Brasil-, pero entonces el país no mejoré sino que aumentó la crisis, según los economistas gubernamentales de la época, porque el producto de la bonanza estaba ingresando a través de los organismos privados cafeteros y por tanto no llegaba al presupuesto estatal ni estimulaba el crecimiento económico interno (¿?). A pesar de todo, las barreras proteccionistas siguieron vigentes, con notable rigidez hasta el gobierno de CÉSAR GAVIRIA (apertura económica neoliberal).

Vino seguidamente, como agrega ECHAVARRÍA OLÓZAGA, una inflación galopante que por supuesto frenó el desarrollo de la economía de mercado, restringió el consumo interno, aceleró la devolución y elevó las tasas de interés –trayendo por consiguiente más pobreza y menos oportunidades para superarla-. También aumentó el desempleo[12]. El ideal era poner la inflación por debajo del 10% y esto solo se logró a finales de los 90 y comienzo de los 2000.

Ya hacia 1960 empezó a verse con claridad que Colombia había dejado de ser un país agrícola y campesino para convertirse en un país urbano y mucho más industrializado[13]. Pero continuábamos todavía en una época de protecciones aduaneras determinada por escasez de divisas y necesidad de recursos fiscales[14].

Finalmente, se puede afirmar que hacia los años 60 y 70 se diversificaron en el país tanto la producción como las exportaciones sobretodo en petróleo, algodón y flores, manteniéndose con un buen volumen el banano el cual venía ya desde los años 20 y as así como Colombia se fortalece y se muestra con más presencia económica en el contexto latinoamericano, siendo el café – de todas maneras- el producto insignia del país y continuando con importantes exportaciones del mismo, contando con un grano de excelentes características y con estándares de calidad comparables con otros productores de talla mundial.

Fortaleciendo la tesis del presente ensayo en la que el café es sin duda, el motor de la economía del S. XX y que el despegue del país económicamente hablando se le debe a ese producto.


[1] CARLOS DÁVILA DE GUEVARA (COMPILADOR), Empresas y empresarios en la nueva historia de Colombia- Siglos XIX y XX, Tomo I, Editorial Norma.

[2] JOSÉ ANTONIO OCAMPO GAVIRIA (compilador), Historia económica de Colombia, Editorial Planeta, pág. 195, “Aspectos polémicos de la historia colombiana del siglo XIX. Memoria de un seminario”, Fondo cultural cafetero, Conferencia Marco Palacios, Págs. 97-98 y siguientes.

[3] RAMIRO DE LA ESPRIELLA, Orígenes de nuestras instituciones políticas, Universidad Sergio Arboleda.

[4] Ibídem.

[5] MARCO PALACIO/FRANK SAFFORD, Colombia país fragmentado, sociedad dividida. Su historia, Capítulo XII, “La Colombia cafetera, 1903-1946”.

[6] GILBERTO ARANGO LONDOÑO, Estructura Económica de Colombia, 8ª. ed., Mc Graw Hill, Págs. 93, 94 y 108.

[7] SALOMÓN KALMANOVITZ, Economía y Nación. Una breve historia de Colombia, Grupo Editorial Norma.

[9] ARANGO LONDOÑO, ob. cit.

[10] ALEJANDRO LÓPEZ MEJIA, El Banco de la República. Antecedentes, evolución y estructura, En http://www.vicepresidencia.gov.co/asiescolombia/histopolitica.asp.

[11] NIETO ARTETA, Luís Eduardo, El café en la sociedad colombiana, Bogotá, 1958.

[12] HERNÁN ECHAVARRÍA, El hueco negro. Cómo caímos en él. Cómo podemos salir. Cómo podemos volver a caer, Editorial Andes.

[13] Cfr. CARLOS ESTEBAN POSADA, El crecimiento económico colombiano: datos nuevos y modelos viejos para interpretar el período 1925-2000., en http://ideas.repec.org/p/col/000094/004508.html.

[14] Ver obra ya citada de Carlos Dávila de Guevara, Tomo I. editorial Norma.