martes, febrero 27, 2007

El general Mosquera (Paz) Díaz

EL General Tomás Cipriano de Mosquera.
Por Orlando Díaz Prada
El general Tomás Cipriano de Mosquera, Nació en Popayán, el 26 de septiembre de 1798 y murió en la Hacienda Coconuco, Puracé, Cauca, el 7 de octubre de 1878, cuatro veces presidente de la República, fue una de las figuras más trascendentales de la vida política nacional del siglo XIX. Su temperamento, ambición personal y pasión por la vida pública lo llevaron a ocupar puestos muy destacados de la administración. Haber sido cuatro veces presidente de la República confirma su condición de importante líder político. De acuerdo con sus contemporáneos, fue un hombre contradictorio en su pensamiento político, porque en un principio lideró guerras a nombre del partido conservador y contó con su apoyo para llegar á la presidencia en 1845, y luego combatir al lado de los liberales, algunos de ellos enemigos de guerra anteriores, para derrocar al gobierno conservador de Mariano Ospina Rodríguez. Su inquietud intelectual lo condujo a estudiar a los economistas y filósofos utilitaristas europeos y a estar al tanto de los acontecimientos mundiales. Nació en el seno de una familia de tradición terrateniente y de ascendencia española, radicada en América desde el inicio de 1a Colonia. Muy joven ingresó al ejército republicano, su amistad con el Libertador Simón Bolívar y su participación en las guerras de independencia lo llevaron a identificarse con el gran proyecto bolivariano de la unidad americana. Con la disolución de la Gran Colombia, formalizada en la Convención de Ocaña en 1828, se empezaron a perfilar dos corrientes políticas en torno a Bolívar y Francisco de Paula Santander, como los pilares de su identidad política. Después de la consolidación de los partidos políticos en la década de 1840, se identificaron, entonces, los bolivarianos como conservadores y los santanderistas como liberales. Mosquera se situó al lado de los bolivarianos, que asumieron el ideal del centralismo en oposición al federalismo promulgado por los santanderistas. Pero el elemento cuestionador del grupo estaba motivado más por razones de tipo clasista e intereses familiares, que por móviles ideológicos. Ante todo Mosquera era un hombre culto y estudioso, preocupado por el conocimiento de la ciencia, la historia, la geografía y la cultura, materias a las que dedicó buena parte de su vida. El general Tomás Cipriano de Mosquera se casó en primeras nupcias con su prima hermana Mariana Arboleda y Arroyo, y en segundas, con Marí a Ignacia Arboleda. A causa de las secuelas que le dejó un tiro en la mandíbula sufrido en la defensa de Barbacoas en 1824, se ganó el apelativo de "Mascachochas", por la cantidad de muecas y los ruidos que hacía al hablar. PERFIL DEL GENERAL MOSQUERA Y SUS DECRETOS El Decreto de tuición de cultos, que sometía el poder de la Iglesia al poder del Estado. Esto le haría ver y comprender a todos que sobre la Iglesia había una potestad superior y que como potestad superior, el hombre primero tenia deberes con la historia, con la sociedad y el Estado. El decreto por supuesto conmocionó hasta lo más profundo las estructuras mentales y emocionales del Cura Párroco de Sopo. Muchos llegaron a considerar a Mosquera como el portador y el hacedor de un nuevo caos sacrílego e infame que amenazaba con arrasar el orden espiritual y socavar la fe profunda que profesaban los hombres en torno a los valores religiosos. Sintieron miedo y veían a Mosquera como una especie de versión granadina del Anticristo. Mosquera dictó el gran Decreto sobre desamortización de manos muertas. Si antes lo pintaban como la encarnación posible de un Anticristo neogranadino, con este decreto el Anticristo se les desnudaba ante sus ojos atónitos y ante sus mentes sobrecogida decía: “Todas las propiedades rústicas, usufructos, servidumbres y otros bienes, que tienen o administren como propietarias o que pertenezcan a las corporaciones civiles o eclesiásticas y establecimientos de educación, beneficencia o caridad, en el territorio de los Estados Unidos de Colombia, se adjudican en propiedad de la Nación”. Un decreto que simple y llanamente le quebraba el gran poder de la Iglesia Católica en nuestro mundo. Quería poner en circulación esa gran masa de bienes eclesiásticos, integrarlos al proceso y al circuito productivos, y facilitar una democratización de la propiedad social. Para su revolución, era un imperativo, pues la guerra había dilatado en todos los ámbitos la proliferación y la soberanía de la miseria. Por supuesto, no ignoraba la reacción ni la respuesta agresiva y virulenta que ello podría desatar. Pues la Iglesia sí tenía divisiones, así fuesen de orden espiritual, y con capacidad de promover una guerra también violenta y a muerte en el campo de la conciencia y de las convicciones de los hombres. Y esas divisiones abrieron fuego. Se decretó la excomunión del general Tomás Cipriano del Mosquera y de todos aquellos funcionarios o personas que colaborasen y apoyasen decretos expoliatorios. El Papa Pío IX publicó una carta pastoral en uno de cuyos apartes leìase: “… Los gravísimos daños y ultrajes que la Iglesia, sus individuos y sus cosas y esta misma sede han sufrido por parte del Gobierno neogranadino, lo reprobamos y condenamos con toda nuestra autoridad apostólica…” Pero a Tomás Cipriano, convertido por Roma a través de la atemorizante excomunión en Anticristo en ejercicio, luciendo vistoso uniforme, las cartas y los ritos de la santa madre Iglesia no le producían miedo ni lo iban a hacer desistir de sus proyectos. Y amenazó a su vez a todos los clérigos y obispos a someterse a las disposiciones del Gobierno, bajo amenaza de destierro, como efectivamente lo hizo con muchos, entre ellos el canónigo Herrán, hermano de su yerno, a quien expulsó sin contemplaciones del país, lo mismo hizo con los jesuitas. Mosquera por esos días le escribía cartas al Obispo de Popayán, don Pedro Antonio Torres, y en ellas consignaba: “… las catástrofes que han ocurrido en Popayán me han indignado tanto que si no fuese porque soy hombre cristiano ya habría tomado represalias con los conservadores para vengar los ultrajes que ha recibido la civilización. Después de muchas escaramuzas, de pequeñas e inciertas batallas, de combates indefinidos y de complicaciones internacionales que casi precipitan a otra guerra con el Ecuador y con el Presidente García Moreno, Mosquera y sus generales de la vieja guardia aplastaron militarmente a sus oponentes y consolidaron en forma definitiva el triunfo de su revolución. Concluida la guerra; reconocida con terror su autoridad suprema y revolucionaria; Mosquera obtuvo reconocimiento oficial de su gobierno revolucionario por los gobiernos extranjeros. BIBLIOGRAFÍA DEMENTE EXQUISITO, V. Paz Otero ARCHIVO HISTÓRICO: OSCAR MESA UPEGUI REMINISCENCIAS, Cordovés Moure