LA LABOR DEL HISTORIADOR EN LA NARRATIVA HISTÓRICA Por Ángela Liliana López Álvarez

¿CÓMO SE PUEDE SUPERAR EL SUBJETIVISMO EN LA NARRACIÓN HISTÓRICA? ¿QUIÉN TIENE LA SOLUCIÓN DE AQUELLA CARGA SUBJETIVA EL NARRADOR HISTÓRICO O EL LECTOR? El narrador histórico enfrenta una ardua labor al reunir datos e investigar hechos que tengan concordancia y un orden cronológico al ser recopilados, ya que no puede desconocer de manera total o parcial el fenómeno narrado. Teniendo en cuenta que la historia es cíclica, el objeto de ello es no permitir que se repitan aquellos acontecimientos que resulten perjudiciales para la humanidad o para una sociedad determinada. Tiene plena aplicación en este caso la conocida frase que dice: “quien no conoce la historia está destinado a repetirla”; de allí que el narrador histórico debe comprender que su labor implica una gran responsabilidad para con el lector y para con la sociedad en general, ya que su relato es una especie de radiografía del pasado, y por tanto debe ser lo más exacto posible a lo que en realidad sucedió, entendiendo que dicho relato puede ser adoptado por el conglomerado social como su verdadera historia, de allí que este debe ser objetivo. No podemos olvidar que quien cuenta la historia es un ser humano que como tal tiene sus propias sensaciones, emociones y prejuicios que de una u otra forma inciden en su relato, tornándolo en un texto que obedece principalmente a conceptos preestablecidos del sujeto que cuenta la historia, es decir, que la narración histórica tiene un alto ingrediente de subjetividad; de esta forma puede el narrador histórico a través de su relato contar la historia como mejor le convenga a él y a su grupo social; es así como por medio del relato histórico se pueden legitimar ciertos hechos, pensamientos e ideologías, y deslegitimar otros que resulten contrarios a los intereses del sujeto que pretende contar la historia. Por ello puede el narrador llegar a impregnar sus escritos de una carga subjetiva, la cual puede verse reflejada en que muchos hechos suelen carecer de veracidad al ser acomodados conforme a los intereses políticos, económicos, culturales y de otras índoles, con el propósito de defender una ideología arraigada y propia de quien pretende narrar la historia, problema que puede darse por dos razones: por un lado el narrador puede introducir falsedad en sus relatos; y por otro lado puede defender o legitimar sus intereses omitiendo sucesos que en realidad acaecieron. Para que la narración histórica sea considerada subjetiva se requiere agregar a la investigación de los hechos realizada por el narrador histórico sus valores culturales, conocimientos, personalidad y posición social; lo que puede resultar reprochable e incluso carente de ética profesional, porque al igual que cualquier otra labor, el arte de narrar la historia tal y como sucedió también demanda un mínimo de principios éticos que le imponen al narrador la obligación de no tergiversar la historia en provecho propio, para no engañar ni inducir al lector en una especie de ignorancia provocada por quien relata la misma; esto teniendo en cuenta como lo señalé anteriormente que el narrador histórico tiene una gran responsabilidad con el lector y con la sociedad. Sin embargo, esta posición podría no ser aceptada por muchas personas, quienes pueden argumentar que en todo relato histórico es normal que haya cierto grado de subjetividad, basados en que es propio de todo ser humano las sensaciones, emociones y prejuicios que siempre se van a manifestar en toda actividad, incluyendo la narración histórica; surge así el interrogante de si es el lector quien debe superar la subjetividad que puede contener un relato histórico o si por el contrario le está vedado al narrador histórico introducir en su relato cualquier tinte de subjetividad, para tratar de dar respuesta a ello surgen dos teorías: 1. El narrador histórico se encarga de comprobar la veracidad de los acontecimientos narrados por si mismo; por ende le corresponde superar la carga subjetiva dejando a un lado sus propios intereses. De esta manera puede comunicar la realidad de los hechos históricos narrados contándolos tal y como ocurrieron. Es indispensable que elimine toda posición personal a favor de si mismo o de los suyos; es decir que debe desenterrar de dichas narraciones sus intereses individuales, ya sean: familiares, culturales, políticas, sociales, etcétera. De manera mas precisa debe eliminar todo elemento ficticio y remoto, como las sensaciones, emociones y prejuicios, para que su relato sea verosímil. Por ello el narrador histórico debe analizar los hechos pasados y no fantasearlos, ya que puede dar lugar a una verdad absoluta inexistente, que realmente es una invención mental. Por lo tanto no debe narrar la historia según lo que le convenga para no recrear los hechos ocurridos y así no tendrá un beneficio individual. 2. A quien le corresponde finiquitar esta carga subjetiva impuesta por el narrador histórico es al lector, el cual no debe creer ciegamente en una sola fuente, sino que por el contrario debe consultar varios textos para así corroborar la veracidad de la información investigada, conocida y estudiada. Puede surgir de ello la observancia de varias posiciones encontradas o contrarias entre si, las cuales además de diferir pueden contener puntos en común , los cuales permiten identificar al lector los hechos que ocurrieron en la realidad; mientras que los que no provengan de una fuente auténtica, no deben ser considerados como verdaderos. La carga subjetiva que posee la narración histórica presupone que el conocimiento depende siempre del sujeto que lo narre; por lo que el narrador histórico va a medir los acontecimientos como benéficos o no para una sociedad o cultura específica, según le parezca, pero ello jamás será verdadero; ya que un acontecimiento no “es” simplemente porque alguien lo ha dicho, sino porque se ha manifestado en la realidad. Para superar la carga subjetiva es necesario que el sujeto activo (narrador histórico) de la narración histórica elimine toda apreciación personal sobre los acontecimientos estudiados, y así mismo el sujeto pasivo de la misma (el lector de la narración histórica) consulte varias fuentes, para que así se pueda cuestionar qué hechos de los narrados han sido reales y cuáles no. En conclusión, a quien le corresponde por excelencia superar dicha carga subjetiva es al narrador histórico, ya que en sus manos está narrar los acontecimientos con la mayor objetividad posible, siendo consiente de que el lector puede tener una mala interpretación de la historia por la tergiversación implantada. Por otro lado al lector le corresponde recolectar la mayor cantidad de fuentes posibles para así descubrir lo que ha sucedido con exactitud, por ende no debe quedarse con la primera lectura, sino que debe investigar mas fuentes para así llegar a saber qué ocurrió en la realidad. No obstante, teniendo en cuenta que todo ello puede llegar a ser una utopía, cada uno de los sujetos mencionados debe poner su granito de arena para que así se suprima por completo la carga subjetiva que tanto obstaculiza el progreso de la narración histórica. FUENTES BIBLIOGRÁFICAS Y ELECTRÓNICAS • DICCIONARIO DE LA REAL ACADÉMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA. • BIBLIOTECA LUIS ANGEL ARANGO. 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