Por July Marcela Murcia Torres
“Las revoluciones son una forma particular de movimiento social, mediante las cuales algunos sectores subalternos intentan destruir los aspectos centrales del orden vigente, al que consideran injusto, y construir uno nuevo.”.
De no ser por las reacciones sociales que surgen en contra de los estamentos que intentan regir las acciones cotidianas de las gentes de los pueblos, quizás estas masas se verían sometidas al yugo constante de sus gobernantes que dirigirían en torno a sus intereses individuales, los destinos de aquellos que se encuentran bajo su mando. Y este fenómeno no es un evento que deba su vigor al pasado y que haya muerto en nuestros días, todo lo contrario, parece tomar más fortaleza a medida que caen los calendarios, tomando cuerpo de tendencia y ocupando las mentes de cientos de políticos que transitan por los caminos del convencimiento publico y que en ocasiones olvidan los principios por los que llegaron allí. ¿Que pueden hacer entonces, aquellos que depositan su confianza en personajes de cuello blanco, luego de ver que sus intentos fallidos por vivir en una patria más justa, se ven derrocados por la ceguera de unos pocos?
Como respuesta a la inconformidad generada por esta situación común a todas las épocas, y a lo largo de la historia de la humanidad, grandes protagonistas han surgido de las masas populares para luchar en contra de aquello que consideran injusto e inaplicable para el estilo de vida de las diferentes épocas en las que nacieron; grandes líderes cuyas características intelectuales superan las cualidades comunes de sus contemporáneos induciéndolos a apoyar las causas por las que centran todos sus ideales. “Bolívar tenía una cabeza formidable organizada. Cada idea, cada opinión, cada disposición que salía de sus labios o de su pluma, correspondía en teoría a uno de los principios filosóficos que normaban su vida y en la práctica a uno de los requerimientos militares o administrativos de su acción política. Entre sus miles de órdenes, decretos o resoluciones gubernamentales no hubo ningún hecho al azar o que no poseyera un destino preciso, hubo, si, disposiciones erradas, producidas por una equivocada apreciación de la realidad o de las circunstancias que la rodeaban, pero jamás resoluciones, titubeantes e inseguras, sueltas o descoordinadas de la totalidad. Todo ello era en síntesis la manifestación exterior de su solidez de principios y de su clara conciencia sobre la realidad del mundo que le toco vivir” . Que mejor respuesta evidencia el deseo ecuánime de cambiar una realidad absorbente no menos perecedera a pesar del transcurrir del tiempo, donde caudillos caen centenares de poblaciones, a las que se deben agregar los méritos de evolucionar al protestar sin temor y luchar sin descanso todo con el único objetivo de mejorar sus condiciones de vida. Es así como pueden llamar a mención grandes eventos como la revolución industrial, la revolución francesa, la revolución mexicana, la independencia de las colonias españolas asentadas en América y otras menos campales en armamento, pero igualmente importantes en su espíritu, como la liberación femenina, los cambios ideológicos de los jóvenes de cada generación que nace o la conciencia en contra de crímenes atroces de nuestros tiempos.
La revolución es entonces la oposición al inconformismo generado por entes gubernamentales que con sus mandatos actúan en contra de lo que las masas populares consideran no apto para sus beneficios. Estos fenómenos han permitido la construcción de repúblicas guiadas por las ideas de cambios rápidos y efectivos que suplan la necesidad de modificar la aplicación del poder ejercido y crear una ruptura que permita la infiltración de nuevos pensamientos gubernamentales, cuya consecuencia más prominente, es la evolución de la raza humana.
Cabe preguntar que sería de la sociedad actual sin este tipo de eventos. Posiblemente no la sería la misma sociedad que hoy día invade las calles de enormes ciudades civilizadas, llenas de instrumentos de científicos y tecnológicos que han contribuido de manera notoria a mejorar las condiciones de vida, donde las personas poseen una mente más abierta, más social, más democrática, donde la opinión de cada quien vale igual que la de cada otro, donde es posible contemplar miles de opciones que abren cientos de puertas hacia un horizonte prometedor. Sin embargo, no todo este panorama es posible gracias a las revoluciones, allí también existen otros factores que influyen en estos cambios; pero, a pesar de esto, puede decirse que las reacciones populares encendieron la chispa de la evolución, y han permitido que el deseo unánime de un conjunto derroten los deseos individuales de un reducido grupo y ha modificado la naturaleza de la cultura de los pueblos. “Las tensiones, los conflictos, las luchas, las transformaciones, son características comunes y reiteradas de las sociedades. Los investigadores en ciencias sociales utilizan el concepto crisis para referirse a los procesos en los cuales se profundizan las tensiones o conflictos del orden social vigente. En los momentos de crisis, los grupos dominantes suelen llevar adelante reformas con el objetivo de mantener o conservar el orden social” . Y no importa cuantas revoluciones se den dentro de una misma sociedad, sino el objetivo primordial que persiguen que alienta considerablemente mover por diversos caminos, lo que conocemos como historia. Que magnifico resultado arrojan estos eventos sociales y que impacto en los estamentos políticos, sociales, económicos y culturales.
Pero para que las acciones populares se den como las conocemos, requieren de varios elementos sin los que se darían como procesos de cambio: las revoluciones necesitan un deseo infame de mejorar, de progresar, de sustituir aquello que no sirve; demanda de personajes con cualidades extraordinarias para dirigir los esfuerzos en esta etapa, que se ganen el apoyo de las masas populares para que en conjunto logren sus objetivos y que estén dispuestos a trabajar en grupo; ideales claros y precisos que atiendan a corregir la calidad de vida de las gentes inmersas y no que sean pensamientos sin fundamento que persigan de igual forma, intereses individuales de unos pocos.
De aplicar algunos de estos preceptos, se verían nacer grandes movilizaciones no tan ajenas a la realidad colombiana, como las múltiples protestas y marchas en contra de crímenes adversos como el secuestro, la violación a menores, la muerte impune, la desaparición de seres queridos, que merecen que se les valore la vida como a cualquier otro, movilizaciones éstas donde poco importa si se tiene el carácter revolucionario que necesita un líder sino donde debe manifestarse por completo la voluntad de apoyar a quienes quizás si. Es más, el deseo individual de querer mejorar y sentar la voz de desacuerdo en contra de lo que se cree injusto, puede reflejarse en acciones individuales de personas que luchan día a día por sus familias y por ellas mismas, que no cesa en sus esfuerzos por ver otro panorama en el diario de las noticias, y que dejan una lección de vida para aquellos gobernantes que insisten en sentar sus intereses propios sobre el bien común de las gentes que los apoya.
Es decisión de cada quien, hacer su propia revolución.