viernes, mayo 18, 2007

La taberna de la historia (Arciniegas) Da Silva

La Taberna de la Historia

Por Paola Da silva Díaz

La taberna de la historia es un libro donde Germán Arciniegas pone a dialogar a Cristóbal Colón, Americo Vespucci y Vasco Nuñez de Balboa. A la reina Isabel de Castilla y al papa Borgia, en una taberna llamada Magallanes.

Cristóbal Colón, Amerigo Vespucci (también conocido como Américo Vespucio), Vasco Núñez de Balboa se reúnen en la taberna de un chino en Cartagena. La taberna se llama Magallanes y uno de los contertulios, Vasco Núñez de Balboa

Si bien lo aceptado es que Cristóbal Colón nació en Génova, algunas opiniones difieren en cuanto a su origen (catalán, castellano, francés, griego, etc.). Por otro lado, la fecha de su nacimiento oscila entre el 26 de agosto y el 31 de octubre de 1451.

Era hijo de un matrimonio de humildes tejedores: Diego, Doménico o Domingo Colombo y Susana Fontanarrosa fueron sus padres. Se interesó desde niño por la navegación y, desde muy joven, trabajó como grumete.

Interesado por la geografía, leyó tratados y conoció los mapas que circulaban en su época. Deseaba llegar a las Indias Orientales, tierra en las que suponía que iba a encontrar grandes riquezas.

En 1486 los Reyes Católicos lo recibieron por primera vez en Alcalá de Henares (Madrid), pero una junta de expertos rechazó sus proyectos.

Con la ayuda de uno de los religiosos del convento, Fray Juan Pérez, logró el apoyo de los reyes de España, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, quienes solventaron económicamente la organización de la expedición.

El 17 de abril de 1492 se firmaron las capitulaciones de Santa Fe, que concedieron a Colón el título de almirante de la expedición, el de virrey de la tierra que conquistara y el diez por ciento de las riquezas que pudiera traer a España.

El 3 de agosto de 1492, Colón partió de Puerto de Palos (España) y el 12 de octubre de ese año desembarcó por primera vez la tripulación en la Isla Guanahaní (luego bautizada como San Salvador).

Ya de vuelta en España relató sus experiencias en las Indias y tuvo una excelente recepción por parte de los reyes católicos.

A partir de entonces, Colón realizó otros viajes, pero ninguno logró tanto éxito como el primero. Esto a manera de biografía como breve reseña histórica

Germán Arciniegas nos entrega, desde el más allá, su primera obra póstuma, fiel a su estilo. En este caso desliza graves aseveraciones históricas en el marco de un coloquio jovial. Un Colón que confundía Cuba con China y borró Japón del mapa.

Un Colón, sin embargo, que si no hubiera atravesado el Atlántico con noventa compañeros no hubiera permitido existir, en el recuento, a sus interlocutores de mesa.

Junta lecturas con imágenes. Lo que soñaron en los libros con lo que palparon en el Nuevo Mundo hace de estos tres espectros unos niños que, como Vespucci, descubren atónitos cómo "las mujeres traen por delante de su cuerpo una cosita de algodón que escasamente les cobija la natura".

De este modo, compenetrándose con los escritos de los viajeros, y más aún: con las sorpresas de los descubridores, el libro se torna visionario. Los sueños de ellos encarnan en la frescura de su prosa y la tornan lírica e incandescente: al referirse a los naufragios, a las sirenas, o al placer con que una india palpa por primera vez el cuerpo de un español cubierto de vello (págs. 171-173).

En otras la vuelven crítica y reflexiva, constatando la dureza cristiana con que Fernando e Isabel expulsaron a moros y judíos. Llega incluso a ser conmovedora al referirse a los judíos que dejan España sólo con sus canciones, sus jaulas para pájaros y las grandes llaves de hierro de las puertas de su casa.

Navegar hacia el occidente para llegar al oriente es el sino que marcaría estas vidas y que determinaría, por consiguiente, muchas de las viñetas de este libro.

En primer lugar los viajes de Colón sea a Islandia o por el Mediterráneo. Sea a América, por las islas del Caribe, o de regreso a España, cargado de cadenas.

Una lección sencilla sobre los avatares del poder y el modo como éste usa a los hombres en sus oscuros designios. Divulgada desde las páginas de El Tiempo, de Bogotá, en su habitual columna, y ahora recopilado por su hija Gabriela, el libro no se centra sólo en el hombre que buscó unir Europa con Asia y en mitad del océano se le atravesó América.

Aquí es donde el libro se torna interesante, en la forma de narrar para entrelazar el hilo de Colón con el hilo de Vespucci: la Florencia de los Médicis y de Botticelli. La Florencia donde bautizaron premonitoriamente a un niño llamándolo Amerigo.

Todo el Renacimiento italiano, espoleado en pos de las especias, pero también dispuesto a recrear el legado griego, instaurar la perspectiva en las artes y regularizar el comercio, con banqueros, letras de cambio y seguros para la carga. Con refinada diplomacia y pormenorizados cronistas epistolares que mantenían al día a la Serenísima en intrigas políticas y descubrimientos geográficos.

Arciniegas se pasea encantado por una Italia que recorrió con devoción e incorporó a su mitología familiar, como asunto propio. Desde la amada Simonetta, nacida de las aguas gracias al pincel dorado de Botticelli, hasta Niccoló Machiavelli (o Nicolás Maquiavelo), el redactor de ese breviario perdurable sobre cómo "llegar al poder por astucia y retenerlo por falsía". Sus modelos: tres españoles. Alejandro VI, Fernando el Católico y el duque Valentino.

Por su parte, y con Vasco Núñez de Balboa, otro de los temas tratados en el libro, además muy interesante son las hazañas de los hombres del pueblo. De ese cuidador de cerdos en Extremadura que quita de las manos genovesas o venecianas el pendón de los descubrimientos y le ofrece a la reina Isabel no vastos territorios para conquistar y evangelizar sino un ilimitado horizonte de aguas: el océano Pacífico.

La península, la de Castilla y la de Andalucía, se había vuelto una cárcel de pobreza, de hidalgos segundones, y prohibidos e inaccesibles cotos de caza. Sólo quedaba el mar tenebroso, para huir hacia Asia, y ahora este océano en el que Balboa clava su espada. La mitología se ha vuelto democrática y Arciniegas nos encanta, una vez más, con sus gracias de narrador. Hechizado por su tema.

Su último libro, escrito, dictado, soñado, hace de sus asuntos recurrentes durante sesenta años, por lo menos, una suma incomparable. Con un pie en el siglo XV y otro en el siglo XX enlaza corrupción europea con primeras fallas americanas. Vuelve a vivir el asesinato de Giuliano de Medici, en la misa, cuando la conjuración de los Pazzi y el nepotismo de Colón con hijos y hermanos apropiándose de todos los cargos. Banqueros contra banqueros, papas contra gonfalonieros. Reyes y diplomáticos, como el tío de Vespucci. Reinas condescendientes y reinas implacables: la historia se vuelve intrigas y escenas de capa y espada.

El ascenso de los Borjas, "bueyes en Jativa", que ya como Borgias. y en Roma, se han hecho toros, da la razón a Arciniegas, que subtituló esta carpeta de historia con el rótulo de "novela". Una novela llena de citas bibliográficas -Burckhardt, Bargellini- y de documentos expresivos y a la vez, como toda buena novela, con pozos de sombra y misterios insinuados: la sangre judía de Colón y sus encuentros con marineros náufragos y peregrinajes por cortes y conventos. Lo que en el periódico, cada semana, pareciera un folletín decimonónico con un sugestivo "continuará", ahora, en el libro, fluye para enlazar, finalmente, las dos historias anteriores, en una tercera novela.

La novela del pueblo analfabeto y rebelde que encabeza Vasco Núñez de Balboa en contra del gobernador Pedrarias Dávila y el bachiller Enciso.

Montaraz y salvaje, jugador y pleitero, hizo de la gleba democrática el barro imprescindible para construir América. Allí donde una mejor justicia buscaba dejar atrás el lodazal sangriento de una Europa donde se asaba a Savonarola en la misma plaza donde tantas obras de arte se habían incinerado antes. Y donde, en alguna forma, la rígida pirámide de privilegios monárquicos se buscaba transmitir a América en la fórmula real con que a Colón se le otorgaban: todas las honras y gracias y mercedes y libertades, preeminencias, prerrogativas, esenciones, inmunidades y todas las otras cosas y cada una de ellas que por los oficios de Almirante y Virrey y Gobernador debes haber y gozar y vos deben ser guardadas.

Quizá por ella a este Vasco Núñez de Balboa, alzado, y primer alcalde elegido por voto popular en América, le cortaron la cabeza. En todo caso, y gracias a la narración de Germán Arciniegas, han resucitado estos muertos en este reencuentro encantador en torno a la mesa de una taberna.