El liberalismo radical
Por Yeny Viviana Quero Angarita
“Guardias y peonadas en el siglo XIX;
Pájaros, chulavitas, autodefensas y paramilitares en el siglo XX.
Las continuidades de la historia.”[1]
Para hablar del Liberalismo Radical, período comprendido entre 1850 – 1880[2] y cuya cuna fue el Estado de Santander[3], y del papel de Aquileo Parra, nacido en dicho estado[4], dentro del liberalismo radical, es importante hacer énfasis sobre el contexto en el que se desenvuelven la situación política de Colombia desde mediados del siglo XIX.
Las políticas del liberalismo encuentran una gran significación en el contexto del libre mercado y las políticas estatales que se estaban viviendo en Europa, contrario a los planteamientos del conservatismo, que seguía la línea tradicional y apegada a las doctrinas eclesiales de la época.
Sumado a esto se encuentra que en Colombia surgió un producto que domino la economía de la segunda mitad del siglo. Este producto fue el tabaco cuyo desarrollo trajo que la balanza de exportaciones referidas a la balanza de importaciones fuera mucho mayor y que estas predominaran durante más de veinte años. La comercialización del tabaco trajo consigo que las relaciones sociales, políticas, económicas y culturales se alteraran drásticamente y que bajo este contexto las políticas liberales encontraran sentido y de allí que se diera su auge, incluso se puede afirmar que la caída del liberalismo radical coincidió con la decadencia del tabaco como producto principal de exportación.
“La bonanza tabacalera no solamente dinamizaría la economía nacional sacándola de su estancamiento colonial e imbricándola, aunque débilmente, a los circuitos del mercado mundial, generando las bases materiales para la edificación del naciente Estado Nacional, sino que se convertiría en la columna vertebral sobre la cual gravitaría toda una constelación de transformaciones y de fuerzas sociales, políticas e ideologías.”[5]
Y en cuanto a la coincidencia del auge del liberalismo radical con el ciclo económico del tabaco se afirma:
“Como la mayor parte de los ciclos monoexportadores suele ocurrirles: ascenso-auge-descenso, el del tabaco, con muchos altibajos, logró mantenerse hasta 1875, aproximadamente, fecha en la que se inicia su colapso definitivo, coadyuvando a generar una atmósfera de dificultades económicas y políticas propicias para encender la llama revolucionaria que avivó la Guerra Civil de 1876 – 1877, y con la cual, a pesar del triunfo militar del liberalismo, se inicia el ocaso ineluctable del ’Olimpo Radical’.”[6]
A esto se le debe sumar la problemática que se dio por la firma de la Carta Constitucional de 1863, nacida de la Convención de Rionegro. Esta Constitución de iniciativa liberal, tuvo su motivación en las necesidades de organizar la estructura estatal para la asimilación de las ideas liberales y comerciales que se estaban dando. Pero presentaba un gran desafío al ser el pueblo y la cultura colombiana muy tradicional y apegada a los valores de la Iglesia. Entre las cosas que propuso y determino fueron, definir el Estado como Federal estableciendo 9 Estados Soberanos, el Presidente sólo tenía funciones delegadas de los Estados Soberanos tales como las relaciones exteriores, el manejo del ejercito del Gobierno General, la administración del crédito público, el régimen de comercio exterior, determinación de la moneda y la resolución de los problemas que surgieran entre los Estados Soberanos.[7]
La intención del liberalismo con esta Constitución no era más si no la de dar más autonomía a los Estados Soberanos y reducir el espacio de acción del Ejecutivo.[8]
En esta Carta Constitucional también se encuentra una de las mayores transformaciones que impulsaron los liberales y que fue motivo de enfrentamiento con la Iglesia: “A partir de 1863, la Constitución Liberal de Estados Unidos de Colombia, introdujo elementos que incidieron sobre la educación: libertad de cultos, libertad de enseñanza, libre cambio, desvinculación de la Iglesia de los procesos educativos, desamortización de bienes de manos muertas para financiar la educación de los estados, fueron reformas que buscaron vincular la educación y la ciencia a la producción. Varias regiones aceptaron estas innovaciones y estructuraron planes educativos bajo una concepción central, el utilitarismo, otras en cambio, no accedieron ni asimilaron las nuevas propuestas, lo que conllevó a enfrentamientos entre liberales e Iglesia aliadas a fuerzas tradicionales lideradas por los conservadores, tal como ocurrió en el sur del Estado, hoy Departamento de Nariño.”[9]
Es a partir de esto que se pueden definir las diferencias que existían entre los dos partidos y así mismo al interior del partido liberal. Mientras los conservadores optaban por un modelo centralista y tradicional, basado en la relación con la Iglesia y en la cual se depositaba la tarea de la educación del país, los liberales se inclinaban por ideas contrarias que apuntaban al federalismo, a la descentralización del Estado principal, el fortalecimiento de los Estados Soberanos, el desplazamiento de la Iglesia de las acciones pedagógicas y la libertad de comercio.
Es en este marco que Aquileo Parra asume la presidencia de la nación con intenciones conciliadoras tanto con el partido conservador, como entre las dos facciones del liberalismo. Sin embargo, por más de que sus esfuerzos fueron estaban motivados por la mejores intenciones estos no bastaron para contener los acontecimientos que se dieron hacia el final de su gobierno y posterior a este.
Durante el Gobierno de Parra “…entre agosto de 1877 y el 1 de abril de 1878 se ocupó en rehacer las finanzas, impulsar el proyecto del Ferrocarril del Norte, entorpecido por la guerra, celebrar el contrato para la construcción del puente sobre el río Magdalena en Girardot y presidir un debate electoral…”[10] Bajo este contexto tiene un papel importante Manuel Murillo Toro, quién pertenecía a la facción radical y que por comunicados realizados con el Presidente Parra, vaticinó los riesgos que presentaba la presencia de Núñez en las filas liberales y lo que ocurriría sino se reformaba la Constitución de Rionegro, que había sido blindada de tal manera que era casi imposible que lo fuese y para esto pedía que se apoyará desde el Gobierno la candidatura de personas específicas y ciertos movimientos militares estratégicos que permitirían, según él, que lo que ocurrió se diera. A esto Parra contesto que desde la ética pública y la moral, el Gobierno no podía apoyar este tipo de acciones. Y fueron bajo estos puntos en especial, que los liberales no encontraron consenso, de allí su debilitamiento como partido.
Pero las predicciones de Murillo no fueron en vano, Núñez, que no era considerado un liberal radical debido a sus pensamientos y acercamientos al conservatismo, subió a la presidencia luego del mandato de Parra y desde allí utilizó los conflicto bélicos que se daban en Antioquia y Santander, para declarar el estado de guerra, darle abolición total a la Constitución de Rionegro y dar inicio a lo que se conoció como la Regeneración y a él como el Regenerador.
Una vez en el poder Núñez hizo, como se esperaba, alianzas con el conservadorismo, utilizo un discurso conciliador que sólo sirvió de distractor y arremetió contra los radicales, dándose así una serie de guerras civiles, que dejaron miles de liberales y conservadores sacrificados, de todas las clases. Así llego el final del liberalismo radical y solo hasta la segunda década del siglo XX, estos pudieron retornar al poder, tras muchas contiendas civiles y políticas.
De estas situaciones se puede concluir que la política en el siglo XIX estuvo mediada primero por intereses económicos que marcaron el ascenso y descenso de uno u otro partido; el papel de la Iglesia fue fundamental tanto en las relaciones con el Gobierno, así como en el impulso de los actos revolucionarios y en el manejo de la educación; las facciones al interior de los partidos fue, tendencia que se ha mantenido desde entonces, el principal vicio de la articulación de ideales y de la consecución de logros; en especial el Partido Liberal, vivió replicas de los acontecimientos de los radicales por ejemplo con los grupos que lideraron Gaitán y Galán en su momento; como se marca bajo una Constitución, la estructura de una sociedad, se evidencio con el caso de Rionegro, luego con los más de 100 años de la del 86 y finalmente con la de 1990.
Finalmente se puede decir, que desde esta época se puede hacer el rastro a mucho de los problemas que aquejan hoy a Colombia y que tienen su raíces en estos hechos y que aún hoy, con otros actores y guardando las distancias se evidencian de la misma manera que a mediados del siglo XIX.
“…ante la presencia débil del Estado y bajo condiciones históricas distintas, las bonanzas económicas en nuestro país, por un lado, parecen desbordar el curso de nuestra historia hacia el océano de la descomposición social y de la violencia política en todas sus manifestaciones; por otro lado, ese servicio especial de guardias que utilizaron hacendados y comerciantes del siglo XIX, parecen tener proyección contemporánea en las regiones asoladas por la turbulencia política y social que tipifican el país, en la medida en que quiebran las líneas endebles del seguridad estatal. Guardias y peonadas en el siglo XIX; pájaros, chulavitas, autodefensas y paramilitares en el siglo XX.”[11]
[1] VERDUGO MORENO, Pedro Carlos.
[2] GUERRERO VINUEZA, Gerardo León, ANDRADE ALVAREZ, Norby Margota, CASTRO CHAMORRO, Carlos Eduardo. Educación y política en el Régimen del Liberalismo Radical. Sur del Estado Soberano del Cauca. 1863 – 1880. Edit. Graficolor. Pasto, 1999. p.p. 11.
[3] VERDUGO MORENO, Pedro Carlos.
[4] RIVADENEIRA VARGAS, Antonio José. Aquileo Parra y la ideología radical. Edit. Planeta. Bogotá, 2001. p.p. 16.
[5] VERDUGO MORENO, Pedro Carlos.
[6] Ibid. p.p. 6.
[7] www.colombialink.com
[8] Ibid.
[9] GUERRERO VINUEZA, Gerardo León, ANDRADE ALVAREZ, Norby Margota, CASTRO CHAMORRO, Carlos Eduardo. Educación y política en el Régimen del Liberalismo Radical. Sur del Estado Soberano del Cauca. 1863 – 1880. Edit. Graficolor. Pasto, 1999. p.p. 7-8.
[10] RIVADENEIRA VARGAS, Antonio José. Aquileo Parra y la ideología radical. Edit. Planeta. Bogotá, 2001. p.p. 117.
[11] VERDUGO MORENO, Pedro Carlos.